Medina de Rioseco es un impresionante municipio por historia y monumentalidad. Sus cuatro iglesias principales tienen un imponente porte catedralicio. Y el patrimonio civil que ofrece no será fácil verlo en otros lugares.
Rioseco vivió de la riqueza y pujanza económica, como en common toda Tierra de Campos, cuando el trigo de esta comarca era una auténtica mina de oro. A Medina de Rioseco se le llegó a conocer como la India chica” – la ciudad de los mil millonarios”-, equiparándola de esa manera a las ricas tierras de ultramar. Triste es ver, hoy, como buena parte de esta comarca está sometida a un declive y despoblamiento tremendos.
Hay muchas opciones de recorridos por Rioseco, entre los que el entorno de la dársena del Canal de Castilla no es la menor… los jardines y plazas: …. sus fuentes; y anotadas quedan sus iglesias, sin olvidar el Museo de San Francisco, el de Semana Santa -ubicado en la iglesia de la Santa Cruz- la Harinera San Antonio; y, en general, el callejero de la ciudad, con un agradable sabor a antiguo y señorial (en razón de sus casonas).
Hablar de Rioseco es hablar de palabras mayores tanto en patrimonio (como ya se ha dicho) como en historia. De hecho, su casco histórico está declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1965. Y para ello solo un par de detalles, que relatamos a continuación.
En Rioseco se refugiaron, recién casados, Isabel y Fernando. El casamiento no contaba con el beneplácito de Enrique IV hermanastro de Isabel. Es el caso que para protegerse de las iras del rey, los jóvenes esposos contaron con el respaldo del poderoso Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla (que a la sazón period señor de Rioseco, abuelo de Fernando y tío lejano de Isabel), por tanto personaje por cuyas venas corría sangre real, y en caso de conflicto podría ser enemigo temible del propio rey.
Pero es que en Rioseco, lustros más tarde (1520), también se refugió el cardenal Adriano, regente del reino en ausencia del Emperador Carlos V, huyendo de las tropas comuneras.
Entre las muchas opciones que hay de disfrutar de Rioseco, propongo buscar las tres puertas que aún se mantienen de las siete que llegó a tener en su momento. Esto nos va a permitir pasear por las calles del municipio y contemplar diversos edificios y ambientes.
Comenzaremos en el puente sobre el Sequillo, que da entrada a Rioseco si llegamos desde Valladolid.
Nada más cruzar el puente hay un edificio de ladrillo que da la bienvenida y es la sede de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago. Pues bien, este modesto edificio era en otro tiempo como otra puerta (digital) pues en él estaba alojado el portazgo”, es decir, el lugar donde se recaudaban los impuestos por los productos que se introducían en la localidad para venderlos en tiendas y mercados. Estos portazgos también se conocían como fielatos… vaya, lo que hoy llamaríamos peaje.
Camino de la plaza Mayor, ya adentrados en la ciudad, veremos a un lado el Parque Duque de Osuna: situado a los pies del desaparecido castillo, se urbanizó por el Ayuntamiento en 1858 y ha sido el lugar tradicional de paseo de los riosecanos. Cuentan que antaño la gente pudiente frecuentaba uno de los paseos, y el pueblo llano, la servidumbre y los artesanos, el otro. Acaso el paseo central lo usaban las parejas de enamorados, por eso también se le conoce como el paseo”. Las columnas y pilastras son restos del antiguo palacio de los Almirantes, que con frecuencia se cita también como el castillo. Pero en realidad se trata de dos construcciones diferentes: el parque del duque de Osuna eran los jardines del palacio, destruido por los franceses; mientras que el castillo propiamente dicho se erigía en lo alto del cerro. Del castillo no queda resto alguna sobre todo porque su piedra se usó para otras edificaciones.
La fuente de La Flora, en el parque, que no es la original, pues aquella está en la Casa Consistorial.
Junto al parque, según se entra en la ciudad, casi en las puertas del Museo de San Francisco, se levanta una escultura que rinde memoria de la famosa batalla de Moclín (un teso próximo a Rioseco), la primera batalla en toda regla que disputaron las tropas francesas invasoras y el endeble ejército español al principio de la Guerra de Independencia, en julio de 1808. Perdieron los batallones españoles y los franceses entraron a saco en Rioseco. El autor es Aurelio Carretero, escultor nacido en la localidad y cuyas obras más conocidas son el monumento al Conde Ansúrez y la escultura de Zorrilla, ambas erigidas en Valladolid.
Y el antiguo Convento de San Francisco (s. XVI- XVIII), que hoy alberga un interesantísimo museo que, si tenemos tiempo, no hay que perderse por la historia, cultura y escultura que ofrece.
Precisamente frente al Convento, bordeando el parque, sale la calle del Almirante que, cuesta arriba, lleva hasta la puerta de Zamora. Construida en el XVI, también se conoce como Arco de las Nieves, por haber en ella una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves (¿será porque en sus inmediaciones había uno de los pozos de nieve que tuvo Rioseco?). El alzado es muy authentic pues tiene que dar acceso a varias calles. Podemos subir hasta los jardines del Castillo y ver una panorámica de la ciudad.
Al last de la calle del Castillo se encuentra el Corro del Asado, donde se alza el Torno, un edificio del XVI levantado junto al desaparecido castillo, que ha servido a los habitantes de Rioseco para diversos menesteres. Fue, originalmente, pósito -almacén de trigo-; luego sirvió para dar dio cobijo a pobres; durante la II República aquí ensayaban las murgas de carnaval; y tras la Guerra Civil, un torno recogía a los bebes de las mujeres solteras.
Ocupan estos jardines el suelo de una fortaleza de la que, como ya hemos dicho, ya nada queda. Se trata de un lugar un tanto desarmado pero que se compensa con la quietud que respira y el paisaje que despliega a sus pies. Allí abajo se verá la vieja ropa senderismo máquina del ferrocarril que unía esta localidad con Valladolid -el famoso tren burra-, y una gran escultura de Jesús Capa, artista plástico nacido en Rioseco. Pero necesariamente hemos de volver por el mismo sitio a buscar la plaza Mayor.
Plaza Mayor y casa Consistorial, reconstruida en el último tercio del s. XX, sus soportales pertenecieron al claustro del convento de San Francisco. Medina de Rioseco es una de las tres poblaciones de la provincia que ostenta el título de ciudad: Valladolid y Nava del Rey son las otras dos.
Una calle lateral del Ayuntamiento (Ronda de Santa Ana), con traza amurallada, lleva directamente hasta nuestra segunda puerta: la del Arco del Ajujar. Comenzada a construir en el siglo XIII (como la muralla), en sus bajos hay un pequeño museo Municipal. Junto a la puerta se podrán observar restos de la antigua fortificación.
Bordeando la población, encinchada por el cauce del Sequillo, alcanzaremos la puerta de San Sebastián. Esta es una puerta señorial que no pertenece a la muralla authentic. Se construyó en el siglo XVI -sustituyendo una anterior-, y fue costeada por el municipio (es decir, por el pueblo): en su frontispicio figura la inscripción populus faciebat”. Se trata de una puerta monumental, llamativa por sus dos arcos y característica del Renacimiento. En su cara exterior están labrados los escudos de la ciudad, y en su inside alberga una capilla donde se venera la imagen del Cristo de las Puertas.
Desde la puerta de San Sebastián, sugiero acercarse hasta el Canal de Castilla (llamado Ramal de Campos) cuya dársena, terminada de construir hacia 1850, se convirtió en el epicentro de una gran actividad industrial y agrícola. Tanto por la zona ajardinada que la rodea como por las vistas que ofrece (la gran lámina de agua crea una luminosidad especial), bien merece la pena recrearse un rato en su entorno. La Fábrica de Harinas San Antonio conserva toda su maquinaria del siglo XIX, y tiene horarios de visita al público. La zona está agradablemente ajardinada y se conoce como jardines de la Concha”, me imagino que por la forma que ofrece la dársena.
Nuestra vuelta al punto de inicio es el mejor pretexto para atravesar el corazón de Rioseco recorriendo la calle Rúa (como así se conoce en la localidad), pero que, en realidad son dos calles: Lázaro Alonso y Román Martín. Calle a cuyos lados se ubican buena parte de los edificios más monumentales del municipio. La Rúa, singular por sus soportales, está considerada como uno de los conjuntos más interesantes de la arquitectura popular de la provincia.
Ya hemos dejado atrás la Plaza Mayor y nos dirigimos al puente donde comenzamos nuestro paseo… y nos despedimos de Medina de Rioseco fijándonos en un interesante edificio que está a nuestra izquierda: una posada del siglo XVI en la que se alojó el poeta León Felipe (1884-1968) en sus estancias en la localidad. Por cierto, al albaceas de León Felipe, que fue un tal Alejando Campos Ramírez, más conocido por el seudónimo de Finisterre (escritor también aunque de escasa fortuna), se le consiera el inventor del futbolín.
Plano de Medina de Rioseco, tomado de la página de la Oficina de Turismo.
Medina de Rioseco tiene otros puntos de gran interés, como es la fuente de Valdescopezo, un paseo a recorrer por las afueras del municipio, junto a los restos de un viejo convento; sus iglesias (auténticas catedrales) una de las cuales -la de Santa María- tiene la capilla de los Benavente, considerada la Capilla Sixtina de Castilla; su curiosa plaza de toros de 10 lados inaugurada en 1861; la ermita de Castilviejo; y las fuentes que bordean Rioseco. Pero acaso sean muy desconocidas las bodegas que tiene, muchas en piedra de sillería, y también los restos de su muralla, cuyas piedras están ocultas tras las edificaciones.
Del Museo de San Francisco y de la Fuente de Valdescopezo hay sendos reportajes en este mismo blog.
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La iglesia de San Lorenzo se edificó hacia 1485 sobre una antigua ermita por el regidor Pedro Niño. Según el historiador Javier Burrieza, seguramente por indicación de Isabel la Católica. En un principio la virgen de San Lorenzo se conocía como de San Llorente tal como la citó Niño en su testamento.
Lo primero que hay que decir del personaje a que me refiero es que no se debe confundir con su ascendiente también llamado Pedro Niño y que fue un valiente y afamado marino al servicio de Enrique III.
Pedro levantó la iglesia desde sus cimientos con sus dineros y la adornó mediante ornamentos sagrados, mandó construir la torre de las campanas, doró una bóveda a su costa y dotó una capellanía que se ocupara del culto de la Virgen. Desde entonces tuvieron el patronato de la capilla mayor, que sería elegida para ubicar su sepulcro.
Pedro otorgó testamento en 1507 en el que se citaba a Nuestra Señora de San Llorente como su Virgen Protectora.
Fue enterrado en su iglesia y en la actualidad sus restos se encuentran en paradero desconocido, debido seguramente a las profundas reformas que la capilla ha conocido. Se supone que siguen en algún punto del suelo de la parroquia.
Fotografía del archivo de la Fundación Joaquín Díaz tal como period la iglesia antes de su reciente reconstrucción. De ella lo que se conserva es la torre y el pórtico.
La iglesia tuvo una reconstrucción en el siglo XVII con portada de Diego de Praves, y Gregorio Fernández talló el paso procesional de la Sagrada Familia. Se derribó de nuevo en 1967 y la traza actual se inauguró en 1987 según el proyecto del arquitecto Luis Alberto Mingo que había redactado en 1979.
Fachada de la iglesia en la actualidad.
El nombre de la calle que Pedro tiene en la ciudad viene desde 1920. Antes se conocía como Atrio de San Lorenzo. Su hijo Alonso también tuvo calle en Valladolid: las actuales calles Caridad y Pasión antes se llamaban Pasadizo de don Alonso.
Veamos con algún detalle la vida de nuestro buen Pedro Niño, un personaje que vivió entre el siglo XV y XVI, seguramente muy desconocido para la mayoría de la población
Pedro Niño fue regidor y uno de los caballeros principales de Valladolid. Pertenecía a una dinastía que durante generaciones se mantuvo vinculada a la corte de los Trastámara. Un antepasado suyo, también llamado Pedro Niño, fue un caballero medieval que recibió de Enrique III de Castilla el encargo de perseguir a los corsarios que saqueaban las costas del Mediterráneo Occidental. Se trataba de un capacitado capitán procedente de una linajuda familia. Le concedieron el señorío de Cigales en 1408. Además fue conde de Buelna y señor de otras villas y lugares.
Hasta aquel 1485, en el que como hemos dicho se edificó la iglesia de San Lorenzo, muchas vicisitudes habían pasado en la saga Niño, sobre todo en las guerras y disputas entre nobles y miembros de la realeza. Alfonso Niño I defendió Valladolid en la causa a favor de Enrique IV (hijo de Juan II) frente a las pretensiones de su hermanastro el príncipe Alfonso. Aquello le valió en 1464 la obtención del título de Merino Mayor de Valladolid.
Y en 1467 recibió el señorío de Simancas por su participación en la batalla de Olmedo.
Escudo (muy deteriorado) y parte superior del mismo -ambos se pueden ver en la torre-, y reconstrucción del escudo. Este trabajo de documentación me la facilitado Roberto Legido, un experto vallisoletano en heráldica.
En una nueva disputa en la que aparece involucrado Pedro Niño, fue la que enfrentó a personajes tan importantes como Juan de Vivero, el Almirante de Castilla y el Conde de Benavente. Una disputa en la que los principales señores del reino defendían unos u otros intereses: los del futuro Fernando de Aragón, los de Isabel de Castilla los del príncipe Alfonso (hermanastro de Isabel).
Es el caso que entonces Pedro Niño estaba del lado de los perdedores, lo que le supuso ser desposeído de la merindad y del señorío de Simancas. Mas, una vez que los Isabel y Fernando fueron reconocidos por los nobles, los Reyes Católicos confiaron en Pedro y le devolvieron el título de merino. Y, además, acrecentaron su poder, pues se convirtió en alguacil mayor de la Casa, Corte y Chancillería de la reina Isabel, el privilegio de contar con cuatrocientos vasallos y, a mayores, le confirmaron como capitán mayor de la mar”.
Pedro tuvo dos esposas: Isabel de Castro (señora de Castroverde) y un segundo matrimonio del que poco se conoce. Desde entonces el Castro se añade a los apellidos de la descendencia, aunque siempre debía prevalecer el Niño. Hubo un Alonso II Niño y un Alfonso Niño de Castro. A partir de ese momento, el apellido Niño se convirtió en una prestigiosa e influyente saga vallisoletana. De ellos hay numerosas noticias en la historia de Valladolid y hasta donde he podido rastrear, por ejemplo en 1730 aún tenían el título de mayorazgo.
Hemos dicho al principio que Pedro Niño consideró a la Virgen de San Llorente como su protectora, y en ese papel, la tradición atribuye la intervención milagrosa de la Virgen para resucitar a Guiomar Niño, hija de Pedro.
Estaba enferma Guiomar, y su padre tomó el manto de la Virgen y con él cubrió el cuerpo de su hija, que sanó de su grave enfermedad. La joven, imprudente, decidió quedarse con el manto y devolvió a la iglesia una copia del mismo. El fraude provocó la irritación divina y Guiomar falleció. Su padre, desesperado, imploró a su virgen de San Lorenzo prometiéndola devolver el manto authentic. La virgen se apiadó y resucitó a la joven.
La imagen, en la que se representa el paño y la hija fallecida de Niño implorando a la virgen, corresponde al cuadro que relata este milagro realizado por Matías Blasco en 1621 que se conserva en la iglesia de San Lorenzo.
En el siglo XVII, una descendiente de Pedro Niño, concretamente Inés Niño de Castro y Acuña emparentó con Baltasar Francisco de Rivadneyra y Zúñiga (I marqués de la Vega de Boecillo), a su vez descendiente del banquero Fabio Nelli. Por eso en el escudo que preside el palacio de Fabio Nelli (Museo de Valladolid) se incluyen las enseñas de los Niño.
En las imágenes, el escudo tal como ahora se ve en la fachada de Fabio Nelli, y una recreación en shade (como seguramente sería originalmente) en la que se ve ven las distintas enseñas de cada apellido. Las de Niño y Castro están en la zona recuadrada: la parte de arriba representa a los Niño, y la de abajo a los Castro. Reconstrucción coloreada del escudo realizada por Roberto Legido.
NOTA: Hay varios textos que incluyen relatos históricos de la vida y los avatares de los Niño: La Virgen de San Lorenzo, patrona de la ciudad”, de Javier Burrieza Sánchez.; Revista Castellana” año V, agosto 1919, núm. fifty five y ss. (texto de Juan Agapito y Revilla); Vida de Don Pedro Niño, primer conde de Buelna, sacada de anteriores coetáneos y documentos inéditos” (1807), de J. Vargas Ponce; El Victorial”, una crónica de Gutierrez Díez de Games. El Cronicón de Valladolid”, anónimo; y reseña de la Actual Academia de la Historia.
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Francisco Umbral es el seudónimo del escritor Francisco Alejandro Pérez Martínez (1932-2007). Todo un personaje vinculado a Valladolid, que en 1993 puso de moda la siguiente frase: yo he venido aquí a hablar de mi libro” en un programa de televisión que presentaba la widespread Mercedes Milá.
Pues eso, en esta entrega de Valladolid la mirada curiosa vamos a hablar de mi libro… de mi blog” quiero decir.
No se tome esta entrega como un ejercicio de narcisismo, sino como un curioso resumen del blog que comenzó a andar definitivamente hace seis años. Desde entonces registra 650.000 vistas. Creo que se trata de una cantidad nada desdeñable.
Teniendo en cuenta que el blog tiene 350 artículos de Valladolid y provincia, el gran número de personas visitantes, y los 1.200 comentarios que han hecho los lectores, acaso sea un termómetro (no científico) de qué asuntos y temas más interesan al menos a quienes se han asomado al weblog.
Sin duda la estrella es el pasaje Gutiérrez, con 14.000 vistas. Cosa que me ha sorprendido pues siempre pensé que era un lugar conocido como cualquier otro de la ciudad.
Destacan los artículos que tratan sobre los barrios de la ciudad. Y de entre todos, el de la Victoria, con thirteen.000 vistas… Ya me lo dicen cuantos viven han nacido en él: los de la Victoria somos muy del barrio”.
Le siguen Rondilla y Pajarillos. Pudiera parecer lógico por cuanto se trata de barrios muy populosos, con permiso de Delicias y Parquesol, pero lo cierto es que en normal los paseos por los barrios publicados en el blog han tenido mucha aceptación incluso los que tratan sobre pequeños barrios. Por ejemplo, el paseo por San Pedro Regalado y Barrio España ha sumado cerca de 7.000 vistas, y el barrio Girón 5.000.
Algunas personas me han indicado que a los colectivos vecinales y a los de Educación a lo Largo de la Vida (lo que se conoce como Educación de personas adultas) este blog les ha venido de perlas para sus actividades.
Las entradas sobre fotos antiguas son otras de las estrellas del blog. De entre todas destacan las que se refieren a la Plaza Mayor, a los desaparecidos cines de barrio, los viejos hospitales, and so on. En whole, más de 25.000 vistas. No me sorprende, pues el interés por las fotos antiguas es manifiesto. No hace falta sino saber que la página de Facebook Fotos antiguas de Valladolid es la que más asociados registra: más de 23.000, seguida de Descubriendo Valladolid, con 16.000. Es claro que hay un interés de la ciudadanía por conocer el pasado y el presente de la ciudad.
Acerca de enclaves y rincones vallisoletanos, la palma de cuantas personas han visitado Valladolid la mirada curiosa, se la llevan las entradas que se refieren a la historia y curiosidades de la Plaza Mayor, los puentes, la Fuente del Sol, las Arcas Reales, el patrimonio industrial y los callejones de oficios.
El cementerio del Carmen, con su historia e historias, simbología y curiosidades es otra de las estrellas del weblog. Hablamos de unas 10.000 vistas. Verdaderamente no me asombra, pues es un verdadero éxito la asistencia de la gente a las visitas guiadas que hacemos por el cementerio.
Sobre la provincia, destacan las vistas del weblog a los despoblados de Minguela y Villacreces. Situado el primero en las inmediaciones de Bahabón , y el segundo en las cercanías de Villalón de Campos.
Los rollos de la justicia y el sabinar de Santiago del Arrroyo también han suscitado mucho interés por parte de los lectores, así como el techo” de Valladolid (el Cuchillejo), que todos rondan las 5.000 visitas cada uno.
En cuanto a reportajes sobre municipios, los más vistos han sido Mayorga, Nava del Rey, Mucientes, Montemayor de Pililla, Castronuño, Tiedra y Arroyo de la Encomienda.
Y en lo que a los reportajes sobre las comarcas de la provincial, la palma se la lleva el Valle Esgueva.
Cambiando de tema, vamos a comentar sobre las personas que leen el blog pero que residen en España (por provincias no da información el sistema). es el país donde Valladolid la mirada curiosa tiene más vistas. También de Méjico, Francia y Argentina hay lectores. Y si de países algo más exóticos hablamos, algunas personas de Kazajistan, Nepal China también se asoman al weblog… pero, vamos, que no hablo de multitudes.
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Arroyo de la Encomienda, al que más bien se le conoce como La Flecha es un municipio de humilde origen y enorme crecimiento urbanístico durante los desbocados años de la construcción de adosados y unifamiliares: de 1.four hundred habitantes en 1990, en el año que corre contabiliza 20.000 almas.
Esto pudiera hacer creer que se trata de uno más de tantos lugares de escasa importancia que entre tanto ladrillo y numerosas urbanizaciones nada tiene de especial interés. Pero no es así. Arroyo de la Encomienda guarda edificios, lugares e historias que poco a poco se van poniendo de relieve por el Ayuntamiento, y también gracias a la Asociación Cultural Descubriendo Arroyo, al frente de la cual está, con gran entusiasmo, Andrés Madroño.
Linda Arroyo con el término de Valladolid, y los dos focos de mayor interés histórico y monumental están en sendos extremos del casco urbano, que se divide entre los enclaves de Arroyo de la Encomienda y La Flecha. El nombre oficial del municipio es el de Arroyo, aunque parezca que La Flecha se haya comido” el nombre del municipio. Los referidos extremos son el antiguo monasterio de Santa Ana (siglo XVIII) y junto al monasterio lo que queda del pequeño cenobio de San Pedro de las Flechas, del siglo XII. Y en el otro extremo la interesantísima iglesia románica de San Juan Evangelista, también del XII. Y en torno a ambos enclaves diversos testimonios que no deben pasar desapercibidos.
Arroyo, hasta la desamortización, perteneció a la encomienda de San Juan de los monjes de Wamba. De ahí que entre el arroyo del Rodastillo (que nace en Ciguñuela) y su pertenencia los monjes de Wamba, un nombre terminara por ser el que es: Arroyo de la Encomienda.
Contado esto, nos aprestamos a recorrer el municipio.
Hotel Santa Ana. Antiguo monasterio de los jerónimos de Nuestra Señora de Prado (Valladolid), que se fundó como una especie de finca de recreo. Los monjes tenían aquí importantes explotaciones agrícolas desde el siglo XV, así como unas grandes aceñas de producción de harina que compraron al conde D. Gonzalo de Guzmán, y un molino de papel.
Las aceñas, tras la Desamortización, las compró al Estado Mariano Miguel de Reinoso (que llegó a ser ministro de Fomento reinando Isabel II), y se transformaron en la fábrica de harinas La Flecha”, que estuvo en servicio hasta el año 1962. El núcleo urbano de La Flecha fue formándose sobre las antiguas propiedades de los monjes sobre todo a partir de la década de 1950, aunque ya en el siglo XIX se cita en ocasiones este enclave como barrio de La Flecha” que, por ejemplo en 1885 se indica que tenía dos casas”, pertenecientes a San Juan de Arroyo”. Iglesia que, a su vez, estaba bajo la jurisdicción de la parroquia de Santa María de la Victoria, de Valladolid.
Pared, sin la leyenda que presidía su fachada, con escudo episcopal: iglesia de San Pedro de las Flechas (de ahí el nombre de La Flecha). Se trata de un repoblador del siglo XII. El resto del edifico se derribó recientemente. El texto que presidia la entrada era el siguiente: DON PEDRO PÉREZ PERÓN FUNDÓ ÉSTA IGLESIA AÑO DE 1150. DON NICOLAS VALDES DE CARRIAZO SU DESCENDIENTE Y ÚNICO PATRÓN DELLA SIENDO OBISPO DE GUADIX LA RREDIFICO EN EL AÑO DE 1613”.
Casco viejo de La Flecha, con casas revalorizadas que poco a poco se van arreglando.
Escuelas de 1968 con la casa del maestro en la esquina del fondo.
En la foto se ve el Ayuntamiento, y a la izquierda el Centro de Salud.
Panorámica de La Flecha, con una colorida escultura de Gabarrón.
En la izquierda de la imágen, Cotarra Cotarrona de la Horca. Documentado está la existencia de una horca en este lugar en el siglo XV. En primer plano la plaza que con Holas” en todos los idiomas, creada por Ángel Marcos.
Escultura del vaquero (de Gonzalo Coello), en pleno Arroyo de la Encomienda, sirve de testimonio de la importante industria ganadera y lechera que hubo en este lugar: la granja de los Ibáñez, de la que dependía la mayoría de la población.
En Arroyo hubo unos 200 jornaleros, que habitaban algunas casas (muy interesantes) que aún se conservan (del siglo XIX).
Iglesia de San Juan Evangelista, del siglo XII. Es una verdadera joya del románico en Valladolid.
La espadaña de la iglesia antes estaba en el centro del edificio, pero se derribó debido a que el peso amenazaba el hundimiento de la misma. Antigua ilustración de Parcerisa.
Junto a la iglesia, una nueva escultura de Coello mostrando al campanero. La campana es original y la regaló al pueblo el conde de Guaquí en 1876. El conde fue propietario de buena parte del término de Arroyo.
Presidiendo la plaza de la Tablonada, el hotel Los jardines de la Abadía. Es una construcción reciente que inspira un aspecto histórico.
Bodega, bajo la plaza de la Tablonada, de la que no está muy clara su propiedad authentic. Pero desde luego ha servido, recientemente, de bodega comunitaria y durante la Guerra Civil de refugio antiaéreo. En la imágenes, la entrada que nos muestra Andrés, el presidente de la Asociación Descubriendo Arroyo; e inside de la misma.
Los valores históricos y patrimoniales de Arroyo de la Encomienda se complementan con la vega y orilla del Pisuerga, pero ese paseo para otra ocasión.
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Podemos hablar del año 1826 como el de la creación del primer cuerpo de vigilantes que es el antecedente de lo que ahora conocemos como Policía Municipal. Aquel grupo se conocía como la Partida de la Capa, por la prenda con que se protegían de las inclemencias del tiempo.
Hasta entonces, y a lo largo del tiempo, varias habían sido las instituciones que se dedicaron a la vigilancia y protección de bienes y personas. La Santa Hermandad, los alguaciles, los fieles de abastos, los vigilantes de campo, and so on. han ido sucediéndose en la historia hasta que se fueron constituyendo los cuerpos de policía que existen en la actualidad, entre los que los policías municipales se han especializado en las tareas de vigilancia, que se concreta en tareas como proteger a las autoridades de la Corporación Native, hacer cumplir las ordenanzas, regular el tráfico, prestar auxilio en casos de accidentes, vigilar los espacios públicos, and so on. and so forth.
Mas, sin perdernos en un pretérito demasiado lejano, de toda la historia relativa a los oficios de vigilancia urbana, las generaciones presentes han conocido a los serenos: los encargados de vigilar las calles por la noche; los vigilantes de parques y jardines; y los consumeros: los dedicados a cobrar los impuestos sobre mercancías que se traían a vender a la ciudad, y se apostaban en sus entradas junto a una pequeña construcción llamada fielato.
El cuerpo de serenos (también llamados celadores nocturnos), que en los días más crudos del invierno estaban exentos de cantar las medias horas, estuvo en servicio hasta el año 1974, en el que extinguieron por orden del Ministerio de la Gobernación (MUSAP).
Aquellos entrañables serenos, armados con un chuzo, daban las horas y las medias, así como socorrían a quien hubiera olvidado las llaves del portal. El acuerdo de su creación en Valladolid se remonta al año 1820, aunque no comenzaron a prestar servicio efectivo sino catorce años más tarde.
Imagen de los vigilantes del Campo Grande.
Como ya se ha dicho, el germen de la actual Policía Municipal es la llamada Partida de la Capa, que comenzó a pasear por las calles de Valladolid en enero de 1826 y estaba formado por algo más de una quincena de personas procedentes del estamento militar.
Posteriormente, en 1835, se crea el Cuerpo de Celadores de Policía Urbana, que a su vez fue sustituido por una nueva estructura de vigilancia: la Guardia Municipal. Se creó en 1856 pero tendría que esperar al fifty eight para comenzar a ejercer.
Casi cien años pervivió esa denominación, pues en 1952 un Reglamento estatal unifica el funcionamiento de los guardas municipales de todas las poblaciones, y entre otras cosas ordena que el cuerpo encargado de la vigilancia de las ciudades pase a llamarse Policía Municipal, a la que se le asigna, entre otras cosas, la Vigilancia y ordenación del tráfico”.
En ocasiones, los efectivos de policía se nutrieron de soldados procedentes de las guerras de África y posteriormente de la Guerra Civil.
Puesto de Policía Municipal para common el tráfico en la calle María de Molina (MUSAP).
En el año 1957 se instaló el primer semáforo en Valladolid. Solo tenía dos colores: rojo y verde. Se puso en la esquina de la calle Regalado con Duque de la Victoria.
Pues bien, todo este brevísimo recorrido histórico que abarca 193 años, se puede ver amenamente organizado en el Museo de la Policía Municipal de Valladolid.
El museo (MUSAP), que ocupa parte de las dependencias del edificio de la Policía Municipal de la avenida de Burgos, es de modestas proporciones pero no le resta ningún mérito en cuanto a la calidad que se aprecia a lo largo de su recorrido. Fue montado por varios policías municipales de forma voluntaria, que recogieron cuantos documentos, fotografías, indumentaria, armas y objetos pudieron encontrar. El resultado es una didáctica exposición que merece ser visitada. A través de la Oficina de Turismo del Campo Grande, el acceso al público a este museo se lleva a cabo las tardes de los viernes.
Todas las fotografías que se publican a continuación están tomadas en el Museo.
Acceso al Museo de la Policía Municipal. En la imagen aparece el agente Julio César Gómez, que ejerce, junto a otros policías, de guía del Museo.
Simulación de antiguas dependencias de la Policía Municipal. En este siglo XX, la policía ocupaba parte de los bajos de la Casa Consistorial, hasta que en 1982 se instalaron en la calle Puente Colgante para, finalmente, ocupar las actuales dependencias en la avenida de Burgos.
La Guardia Urbana de Valladolid en 1895. Period norma el que se dejaran el bigote. La foto está realizada en las dependencias de Viejo Coso.
Reglamento de los Celadores, 1848.
Guardias Municipales en 1915. La foto está tomada en el tejado de la Casa Consistorial.
Primeros agentes de circulación: 1933.
Las primeras mujeres policías accedieron al cuerpo en 1972. Valladolid, junto a Córdoba y Madrid fue pionera en esta incorporación femenina. En el contrato de trabajo figuraba una cláusula por la que se comprometían a no casarse, perdiendo el empleo en caso de incumplimiento. Pocos años después, aquella cláusula fue eliminada a raíz de que una policía de otra localidad ganara en los tribunales el derecho a casarse, una vez despedida. En la imagen, cuatro de las primeras policías en la Casa Consistorial. Hasta 1982 no accedieron a la sección de motoristas. Por cierto, Valladolid también fue pionera al ser la primera capital de provincia en poner al frente de la Policía Municipal a una mujer, pues en 2014 Julia González fue nombrada superintendente, el puesto máximo de mando.
El primer uniforme de la policía femenina incorporaba una falda por encima de la rodilla, que enseguida se cambió por otro cuya falda fuera más larga.
Policía Municipal vestida de gala en un desfile de carrozas escoltando a la reina y damas de las Ferias de Valladolid en la década de 1960.
Uniforme de los Celadores Urbanos, de 1835.
En 1918 se creó la sección de bicis, que sustituyeron a los caballos, y en 1957 la de motos. No obstante, en 2012 de nuevo se puso en servicio una patrulla equina, que se eliminó en 2015. También hubo una sección canina, que en la actualidad la desarrolla la Policía Nacional. En la izquierda de la imagen se puede ver una foto de uno de los primitivos policías de a caballo.
Vista basic de una de las salas.
Uniforme de la banda de música que en su día tenía la policía, y el de fuerza de intervención, que se eliminó a los pocos meses por considerarse de apariencia un tanto represora.
Entre los más diversos objetos, se muestran armas largas y cortas, bien usadas por la propia policía procedentes de decomisos.
El museo muestras enseñas, documentos y diversos objetos de policías del mundo, como, por ejemplo, una estantería con gorros y viseras.
Retrato de D. Prudencio de Gualdafajara Aguilera, Duque de Castroterreño y Capitán Basic de Castilla la Vieja. Creó la llamada Partida de la Capa, que empezó a ejercer en 1826. Imagen tomada del libro Policía Municipal de Valladolid, 185 años de historia”. Aquel primer cuerpo contó con sixteen hombres, hoy la Policía Municipal la componen unas 440 personas.
NOTA: La información que aquí se relata está tomada del Archivo Municipal, El Norte de Castilla, el libro Policía Municipal de Valladolid, 185 años de Historia” (varios autores, cinco de ellos, policías municipales en ejercicio), y el propio Museo de la Policía Municipal.
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Valladolid, ciudad conocida en España por su vinculación al cine, especialmente por la SEMINCI y su Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid, sin embargo, de entre todas las ciudades y provincias de Castilla y León, no es en la que más películas se hayan rodado en todo en parte.
Según escribió en su día en El Norte de Castilla el periodista Antonio Corbillón, podemos hablar de unas 60 películas de largometraje (otra cosa son los cortos que tan de moda se han puesto en los últimos tiempos). Segovia, Ávila, Burgos y Salamanca superan considerablemente a Valladolid en el número de largometrajes.
XVII edición (año 1972) de la actual SEMINCI, cuando aún se conocía como de valores religiosos y humanos”, y se celebraba en el mes de abril. Fotografía del Archivo Municipal de Valladolid (AMVA).
Eso sí, hemos tenido entre ilustres directores y actores, a Orson Welles -Mr. Arkadin- y a Charlton Heston y Raf Vallone galopando por Torrelobatón durante el rodaje de El Cid (Sofía Lóren no estuvo en estas tomas). Y eso sin olvidarnos de la mítica Doctor Zhivago”, con Omar Sharif y Julie Christie parados en una estación de ferrocarril en medio de la Estepa Rusa que period, ni más ni menos, que nuestra entrañable Estación del Norte.
Juan Antonio Bardem (izquierda) paseando por Valladolid con Vicente Escudero (derecha) en marzo de 1965. Fotografía de Filadelfo (AMVA).
Pero algo parece que apunta en otra dirección: si hasta ahora ha sido Hollywood el que en ocasiones se instalaba en Valladolid, Bollywood y alguna potente cadena televisiva han recalado en nuestras plazas y pueblos no hace mucho para rodar un musical, en el caso de la industria cinematográfica india; y una serie (Magi) sobre un viaje a España de cuatro niños japoneses en el siglo XVI. Así, la plaza Mayor de Valladolid, el Palacio de Santa Cruz, el Patio Herreriano, el convento de Santa Isabel, y los municipios de Tiedra y Urueña, han visto las andanzas de bailarines de la India y de principescas carrozas de los tiempos de Felipe II.
Esto nos lleva a saber que han sido varios los escenarios de la capital vallisoletana que se han asomado a la gran pantalla, entre los que figuran el Puente Mayor, el Museo Patio Herreriano, la Plaza Zorrilla, and so forth.
De entre todos, acaso el que más veces se ha utilizado ha sido el Museo de Escultura: Una muchacha de Valladolid, el citado Mister Arkadin, Fuego en Castilla (del singular director Val del Omar) así como diversos documentales de cierta importancia, como Y la madera se hizo carne, han llevado a la pantalla la fachada, claustro y algunas salas del Museo.
El Diario Regional y El Norte de Castilla se hicieron amplio eco de la presencia de Orson Welles en Valladolid. La imagen está tomada del libro La controversia de Valladolid, de Clemente de Pablos Miguel.
El Pasaje Gutiérrez (uno de los más bellos pasajes al estilo europeo que se conocen) ha aparecido en Memorias de Leticia Valle, Soldados de plomo e Íntimos y extraños.
Y la Estación del Norte pone fondo a Hola ¿estás sola?, Todo menos la chica y la citada Doctor Zhivago.
La Plaza Mayor y el Café del Norte decoraron Un buen día lo tiene cualquiera, Monseñor Quijote y Soldados de plomo.
Los talleres del Norte aparecieron en la que se considera primera película rodada íntegramente en Valladolid: Salida de los obreros de los talleres del ferrocarril del Norte a la hora de comer, rodada en 1904 por los hermanos Pradera, que regentaban el añorado cine Pradera en el Campo Grande.
En cuanto a la provincia, en Torrelobatón durante tres días del año 1961 hubo un despliegue impresionante de actores y extras: las crónicas de la época hablan de 600 figurantes, más de la mitad, gente del pueblo: por aquel paraje cabalgó El Cid. Además, en el castillo hay una sala dedicada a recordar este rodaje en el que se exhiben carteleras que anunciaron la película en numerosos idiomas, pues se exhibió en medio mundo.
El Cid, 1961, escenas rodadas en Torrelobatón. Fotografía de Filadelfo ( AMVA).
En Teresa de Jesús (con Aurora Bautista como protagonista) aparece Medina del Campo; en Tordesillas se rodaron escenas de Locura de Amor y El Lazarillo de Tormes; Laguna de Duero en Mamá es boba, y Villavaquerín con la adaptación de Las Ratas, novela de Miguel Delibes, son, entre otros municipios como Wamba, Peñafiel Fuensaldaña, lugares que han tenido su minuto de gloria en la gran pantalla.
Fotograma de Locura de Amor (1948) de Juan de Orduña, algunas de cuyas escenas se rodaron en Tordesillas.
Añadamos a este somero repaso sobre rodajes de películas en Valladolid, que el director vallisoletano Iván Sáinz-Pardo convirtió el Campo Grande en una selva amazónica para rodar El último viaje del Almirante (Colón) que se proyectó en la SEMINCI. Y Arturo Dueñas tuvo como protagonista destacado el paisaje de Valladolid en su extenso documental sobre el pintor Cuadrado Lomas: Tierras construidas.
Contado todo esto, que ha sido publicado en diversos medios, vamos a detenernos en un movie que apenas ha sido citado entre las películas que muestran escenas de algún enclave vallisoletano. Me refiero a La Coquito. Se trata de una película dirigida por Pedro Masó en 1977 (en Valladolid se estrenó en enero de 1978). En ella hay una larga escena rodada en el Teatro Calderón, en la que la protagonista -Iliana Ross- mostraba sus encantos interpretando a la cupletista Coquito. Iliana period una jovencísima y espectacular actriz de 17 años procedente de San Juan de Puerto Rico, cuyo nombre real es Ileana Martínez del Valle y acabó casándose con el director de la película, con quien vivió 23 años y de cuyo matrimonio nacieron tres hijos.
Cartel promocional de la película La Coquito.
La escena en el Calderón en realidad quería pasar como si fuera el Teatro Romea de Barcelona, que es donde se supone que se desarrollaba la trama.
El movie también incluye otros escenarios vallisoletanos: el interior del Círculo de Recreo y un duelo a pistola en el Cementerio del Carmen: dos de los varios hombres con los que La Coquito tuvo relaciones, previo pago de ciertas cantidades de dinero a su madre, se retaron y la cosa acabó con padrinos y duelo a sangre, es decir que no period necesario llegar a la muerte, bastaba con que uno hiriera a otro.
Parece, pero no he podido confirmarlo, que también se hizo alguna toma en el Teatro Lope de Vega.
Carátula de La Coquito, cuando se editó para ser distribuida en DVD.
El movie estaba basado en una novela de Joaquín Belda (una historia sobre La Chelito -famosa vedette en su tiempo-). Pero la familia de la artista no permitió que Pedro Masó utilizara el nombre actual, por lo que optó por desarrollar una historia comparable pero con un nombre fingido. Como anécdota podemos decir que la primera persona en que pensó Masó fue en la entonces también joven Isabel Pantoja. La Coquitocuando cantaba en realidad lo hacía en playbak (magistral, por cierto) pues la verdadera voz la puso la cantante onubense Blanca Villa.
Ambientada en los años 20, cuando La Coquito, acompañada de su madre, la actriz Amparo Rivelles, llega a España procedente de su tierra natal, Cuba, en España había una dura pugna entre Eduardo Dato y Largo Caballero: una escena recrea una manifestación de obreros protestando por la subida del precio del pan.
Ileana solo rodó dos películas en toda su vida, pues Pedro, muy celoso, no quiso que se convirtiera en una horny increase en aquella España del destape, y eso que incluso le propusieron el papel de una chico Bond”. En 1981 rodó su segunda y última película -fallida, la verdad- titulada Puente aéreo.
En el movie, acaso el rostro más conocido que aparece, aparte de Amparo Rivelles, sea el de Juanito Navarro.
Otras localizaciones de esta película fueron Palencia, Cuenca, Palma de Mallorca y San Juan de Puerto Rico.
Reportaje del Diario Regional en julio de 1977.
La prensa local se hizo un eco desigual del rodaje de aquellas memorables escenas del Calderón. Mientras El Norte de Castilla se despachó el 12 de julio de 1977 con un escueto: Se rueda una película en el Teatro Calderón con extras vallisoletanos”, El Diario Regional publicó un amplio reportaje con varias fotografías.
Parte de la cartelería de los cines de Valladolid en el mes de enero de 1978, cuando se estrenó La Coquito.
NOTA: para documentar este reportaje, entre otras publicaciones, he utilizado la hemeroteca de El Norte de Castilla, Diario Regional y ; Cine en Castilla y León (1910-2010)”, de Ismael Shahín y Alberto Palacios; Castilla y León en el Cine”, de Fernando González García; el trabajo fin de master (TFM), Escenarios de películas. Creación de una ruta cinematográfica en la ciudad de Valladolid”, de Irene González Agüera; Cines de Valladolid”, de Daniel Villalobos, Sara Pérez e Iván Rincón; El cinematógrafo (1896-1919)”, de Luis Martín Arias y Pedro Sáinz Guerra; y el asesoramiento del experto cinematográfico Alfonso Jesús Población.
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El urbanismo y las modas van dejando numerosas huellas en la ciudad: esculturas, rotulación del nombre de las calles, lápidas conmemorativas explicativas en las fachadas, fechas y placas en los portales… y hasta en el suelo se pueden ver huellas que visibilizan lo que algún día hubo allí lo que se oculta a nuestros ojos en el subsuelo.
Valladolid, sobre todo en las últimas décadas en las que hay mayor sensibilidad por la historia y el patrimonio de la ciudad, han sido unos cuantos los lugares en los que se han dibujado” en el suelo detalles mediante colores y materiales que ofrecen a la ciudadanía una especie de relato que ayudan a entender lo que en realidad no está seen. Es una forma de ir dejando constancia viva y en lo posible respetuosa de la vieja ciudad sobre la que se va construyendo la precise.
Con estas premisas propongo recorrer unos cuantos de estos lugares.
Lo que más abunda por centro de Valladolid son placas de bronce fijadas al suelo que dan noticia de edificios pretéritos, calles antiguas y relatos de la Esgueva. Si recorremos con detenimiento los soportales de la plaza Mayor serán unas cuantas las que nos encontraremos, así que como ejemplo traemos a colación la que está en la misma puerta de la Casa Consistorial, que da cuenta del edificio que se construyó en 1570 hasta su derribo en 1879 debido a su estado ruinoso. El actual edificio se inauguró en 1908.
En 1885 se remodeló la fachada de la Iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que acoge una cofradía penitencial fundada en 1596, peor que hasta 1676 no dispuso del templo que ahora se erige en la calle Jesús. Tras una reciente remodelación de la calle, en el pavimento se ha dejado constancia de donde estaba la fachada inicial del siglo XVII (una especie de triángulo isósceles). Aquella fachada se retranqueó en el año 1885 pues, si nos fijamos, veremos que de haberse mantenido, su esquina quedaría completamente pegada al nuevo Ayuntamiento. No obstante en realidad se retranqueó porque se quería dejar paso hasta el recientemente construido mercado de la plaza del Val (1882), que por aquel entonces se consideró una modernización de la ciudad.
Si nos vamos a la calle Sandoval, en un costado del mercado del Val, se ha adoquinado el suelo haciendo un juego con formas y colores distintos para dejar constancia que por este lugar discurría el ramal norte de la Esgueva en dirección hacia San Benito y su desembocadura en el Pisuerga. Al principio de la calle Sandoval, en la parte de la plaza del Val, una placa en el suelo deja constancia de este discurrir de la Esgueva y del cariño” que tan vallisoletano río le profesaba el gran Francisco de Quevedo.
En un lateral del antiguo convento de San Benito, actuales dependencias municipales, mirando hacia la plaza del Poniente se ha hecho una especie de turrón del duro y se ha indicado en el pavimento el perfil el alcázar real sobre el que posteriormente se construyó el convento. Debajo de este montaje” sí se conservan restos auténticos de la antigua fortaleza, tal como se refleja en la fotografía.
Delante de la fachada de Archivo Municipal de Valladolid, antigua iglesia y convento de San Agustín, en la calle Santo Domingo de Guzmán, un pequeño resalte de piedra pareciera que hubiera quedado olvidado cuando en 2003 terminaron la inmensa obra de rehabilitación que llevaron a cabo los arquitectos Gabriel Gallegos y Primitivo González. Pero, desde luego, este pequeño resto histórico no es más que un giño de lo que encierra tanto el edificio como el Parque Arqueológico de está en el costado del Archivo. El Parque pone al descubierto no solo restos de convento de San Agustín, sino restos del antiguo barrio de Reoyo. Un barrio con importantes connotaciones en la historia de Valladolid, pues viene de uno de los dos linajes que durante siglos se repartieron la administración y prebendas de la villa. El otro linaje period el de los Tovar. En el Parque se aprecia una noria, un silo y restos de una pequeña iglesia quizá anterior a la de San Agustín; y restos de algunas capillas de San Agustín.
Volvemos a la Esgueva en la calle de Miguel Íscar. Una vez que se cubrió el cauce en el siglo XIX lo cierto es que en ciertos puntos de la calle con frecuencia se producían hundimientos de la calzada, hasta que en 2006 se acometió una obra de envergadura para solucionar este recurrente problema de una vez por todas. Según los planos de los que disponen, que datan de 1860 es la mayor bóveda que cubría el río. Aprovechando la urbanización de la calle, mediante baldosas rojas y negras se ha dibujado” en el suelo la dirección que seguía el río. Se puede comenzar su recorrido desde la plaza de España por la acera de los pares y cruzar a la de los impares. En las imágenes pueden verse estas marcas frente a la Casa Museo de Cervantes y las obras que se acometieron en 2006 (foto publicada en El Día de Valladolid).
Ya que estamos en la calle Miguel Íscar nos acercamos hasta el paseo de Coches del Campo Grande y a la altura de los edificios acristalados, una decena de pequeñas placas de acero nos informan de que en este lugar estaba uno de los principales cementerios judíos. Cuando en 2002 se remodeló el paseo central de Campo Grande se localizaron restos óseo repartidos por 78 enterramientos. Pero los arqueólogos calcularon que se traba de un cementerio que bien podría haber albergado un millar de cuerpos. Un sencillo texto del poeta granadino del siglo XII, Mosheh Ibn Ezra, rotulado en una de las placas sirve para honrar la memoria de aquellos vecinos judíos que, hasta la intolerancia religiosa del siglo XV convivieron, en Valladolid, con moros y cristianos: Son tumbas viejas, de tiempos antiguos/en los que unos hombres duermen el sueño eterno/No hay en su inside ni odio ni envidia/ni tampoco amor enemistad de vecinos/Al verlas mi mente no es capaz/de distinguir entre esclavos y señores”.
Tanto los judíos como los musulmanes tenían que enterrarse fuera de las murallas. Por eso en este punto estaba este enterramiento, y en la Casa del Estudiante de la calle Actual de Burgos, estaba el cementerio musulmán.
Pues nos vamos al ultimate de calle Santiago, allí donde estaba la puerta del Campo. Una placa deja constancia de aquella puerta, que marcaba los límites de la cerca de la ciudad. Por debajo del asfalto pasaba el cauce de la Esgueva que venía por la actual calle Miguel Íscar, como antes hemos visto. En este punto el cubrimiento del río dejó una formidable construcción que tal vez algún día se haga visitable para el público en normal.
Ya son antiguas las marcas que la traía de Argales y de las Marinas de la calle Teresa Gil -a la altura de los números 10 y 20 de la calle- (en realidad se trata de un grupo de manaderos cercanos uno del otro) del siglo XVI. Trozos de estas conducciones (sifones, tuberías, and so on.) se conservan en San Benito y el jardín del Museo de Valladolid.
Nos dirigimos a la Bajada de la Libertad y a la altura de los números 15-17 en el pavimento se deja constancia de otro de los ramales de la Esgueva. Y en la foto (tomada del libro Valladolid y el río Esgueva. Una historia de encuentros y desencuentros) se puede ver que hay debajo del edificio recién construido y sirve de ejemplo de numerosos restos de la canalización del río y de sus puentes históricos que hay en unos cuantos edificios y calles de la ciudad.
Continúa la Bajada de la Libertad por la calle Angustias. En ella, a raíz de un paño de piedra que apareció tras unas obras en el inside de un edificio, ha pasado considerarse parte de la muralla. En cualquier caso, en el suelo se ha marcado con loseta de distinto shade la ubicación de algunas puertas de acceso, en esta parte conocida como el Bao. En la imagen una placa adherida al paño de piedra. Esta placa advierte de que la muralla debió levantarse en el siglo XII y que en el XV perdió su función, por lo que parte de sus piedras sirvieron de cimentación para otras construcciones. Y que bajo la cota de la calle se hallan restos auténticos de la fortificación.
Parece que cuando el repoblador Ansúrez llegó a la aldea vallisoletana ya estaba construida la iglesia de san Pelayo, que un siglo más tarde cambió su advocación por la de san Miguel, que fue patrón de la ciudad hasta el siglo XVIII. Aquel templo estaba en la actual plaza de San Miguel. Precisamente en ese siglo se decidió derribar el templo dado su ruinoso estado. La última reforma que se hizo de la plaza, decidió dejar un pequeño testimonio de aquella primitiva iglesia en forma de unas losetas que indican donde aún hay restos arqueológicos. Algunos elementos arqueológicos de la iglesia se depositaron en el Museo de Valladolid junto a un panel informativo. Estos restos, lápidas en common, se encuentran en el acceso al jardín del Museo.
Las recientes obras de ampliación del Hospital Clínico dejaron al descubierto restos de edificaciones religiosas de cuya existencia ya había constancia. De estos restos se ha dejado huella evocadora mediante dibujos sobre el asfalto perfectamente visibles en la zona de acceso a Urgencias.
NOTA: El libro Valladolid y el río Esgueva, editado por el Ayuntamiento de Valladolid, está coordinado por Jesús Misiego y José Ignacio Díaz-Caneja.
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Sobre el autor
Soy JESÚS ANTA ROCA autor de los libros Fuentes de vecindad en Valladolid y Pozos de nieve y abastecimiento de hielo en la provincia de Valladolid. Soy coautor de Historia del barrio Belén y del libro Tiedra, un viaje informal. También he publicado en prensa y revistas especializadas numerosos artículos sobre calles y plazas de la ciudad de Valladolid; y de senderos, espacios naturales, arquitectura vernácula y museos de la provincia de Valladolid.
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